Damos
tres vueltas para terminar en otro lado. Más oscuro, con menos gracias, pero
más auténtico. Eso me decían, eso creía. La música sigue siendo la misma pero
el dolor es distinto.
Si te
pegan una vez, la culpa es del otro, pero si te pegan dos veces, la culpa es
tuya. Eso me hubiera servido hace tres años. Ahora me queda ponerle nombre a
las píldoras y pastillas que tengo que tragar.
La
misma música entra por un lado y sale por otro, inundando todo lo que alguna
vez fui. Dicen que los artistas cobran y que no les importa la gente. Yo elijo
creer que ellos y ellas sí entienden lo que hacen con mi cabeza.
La culpa
de todo esto la tengo yo. Le puedo tirar culpas a mi madre, por hacerme así. O puedo
culpar a mi viejo por haberme creído.