jueves, 21 de julio de 2016

He's blue

Soñé que nos besábamos por última vez, antes de que te fueras a bailar a otro lado.

Tal vez fue el beso que más disfruté, el que siempre me dio memorias.

Cuando te sentía era cuando me veía vivo.

Solo vos, ¡maldita sea!, ¡carajo!, sos el que me levantaba todas las mañanas.

No quise volver a escuchar ese álbum que quedó marcado con tu nombre y apellido.

Nunca pretendí volver a volar porque vos me domesticaste.

Sos el principio de mi ruina y fuiste el primer eslabón en una cadena de violencias; un pantano gris.

Necesité tu ego para pretender el mío y las cosas salieron mal.


No hay drogas suficientes en el mundo que me hagan olvidar de vos y de tu sexo, de tu espalda y tu vientre, de tus tatuajes y tu aliento a cerveza. 

sábado, 25 de junio de 2016

Olvido pasajero.

Siento el peso de tu piel sobre la mía. Quiero que te vayas, pero tu presencia sigue vigente en cada poro y es algo que no puedo negar. Necesito sacarte de cada ámbito, de cada recuerdo, para poder adelantarme y seguir adelante en el camino que elijo. Porque la felicidad no es sorpresa ni coincidencia, es decisión y verdad. Espero alejarme de vos algún día y poder manejar mis arbitrios como yo decida y no cómo vos lo harías. Quiero olvidarte y deshacerme de tu memoria, para poder enterrarme en el ancla que me aísla de vos y del dolor. Porque la angustia siempre será pasajera, pero el dolor estará presente en cada latido, como sangre que recorre mis venas. Tu esencia quedará grabada en mi piel y yo seguiré siendo un esclavo del amor romántico. 

viernes, 24 de junio de 2016

Jueves por la noche.

Jueves por la noche. Hay un auto estacionado en la noche. Hay dos personas en al auto. Las dos personas se miran. Se miran porque se desean. Se desean porque hablaron toda la noche. Hablaron toda la noche porque se juntaron para conocerse. Se juntaron para conocerse porque habían hablado antes. Habían hablado antes porque se veían interesantes el uno al otro. Se veían interesantes el uno al otro porque compartían más que solo su sexualidad. Compartían más que solo su sexualidad porque la vida les había jugado una mala pasada.


Jueves por la noche. Hay un auto estacionado en la noche. Hay dos personas en el auto. Las dos personas se miran. Se miran y se besan, chocando sus barbas. Chocando sus barbas porque son varones. Y son varones porque quieren serlo. Y quieren serlo porque les es más fácil asumir su condición, su situación. Y es más fácil asumir su condición, su situación, si son honestos. Y son honestos y se besan. Y se besan porque quieren, porque no tienen miedo. Y no tienen miedo porque son adultos. Y son adultos porque quieren serlo. 

Wings.

Si termino con el dolor y las sombras, ¿llegará el destino esperado? Tomaré la decisión más acertada, aquella que me llene las venas de azúcar.

Cuando encontramos el eje cumplidor de nuestra guía es cuando vivimos como queremos pero, ¿eso es realmente cierto? ¿Es verdad que podemos elegir caminar por piedras chatas y redondeadas en vez de sucumbir a los deseos de la penumbra y caminar sobre brasas ardiendo?


Si hoy no consumo la cantidad necesaria de fármacos que necesito para vivir día a día, ¿mis decisiones tendrán el mismo peso? Si hoy elijo liberarme de la detención emocional a la que me veo atado cuando camino sobre el pasto, tal vez sea distinto mi sentir.

viernes, 17 de junio de 2016

Tatuaje (I)

                “Si me pongo la camisa hasta acá arriba, se va a ver parte del tatuaje”, pienso mientras me preparo para salir a tu casa. Llevo en las venas el miedo de la confrontación y el producto de las reacciones químicas, acelerada por los psicotrópicos.
                En el camino veo lo que siempre necesitaba cuando era adolescente: libertad, emoción, distracción de la realidad acuciante, las sonrisas de las hormonas. Lo tuve, no sé por qué lo anhelo tanto. Si hubiera sido más inteligente, tal vez no tendría las angustias que tengo ahora y sería mucho más memorioso con las alegrías. La gracia nunca fue mi fuerte, y no sé cómo hacer un chiste.
                Si cruzo mis manos, una encima de la otra, voy a sentir tu piel porque siempre va a ser mía y nunca la voy a negar. El destino me había prometido una sinceramiento emocional, y solo me quede con un corazón devaluado y una sospechosa pulsión sexual que siempre me enloquece de tristeza. La voz tiene el timbre de tus ojos. Siempre supe ser el que más quería, y así me fue. Nunca tuve la gracia de ser enemigo, pero soy el villano perfecto. Si cruzo mis manos, una encima de la otra, mañana no voy a poder dormir.
                “Si hubiera un accidente en este puente, el trole no podría pasar; como me pasó cuando iba a trabajar hace unos dos años”, pienso mientras escucho música en el micro. La tecnología me sirvió para muchas cosas, pero poder escuchar música en cualquier lugar me parece el verdadero sueño de mi vida. Siempre que cruzo a Capital me acuerdo de vos y de tus risas; de tu voz afónica y de mis cuerdas vocales gritando un dolor placentero.
                Tuve la desgracia de tatuarme algo muy importante, en un momento importante, con la persona equivocada al lado. Vos sos un recuerdo grabado en la piel, en la tinta de ese dibujo que me lastimé en la piel. Tal vez todo es una metáfora y vos significás algo en ese desastre psíquico y físico, que se traduce en cada uno de los tatuajes que tengo.

                “Lo que me nutre, me destruye”, tatuado en un dibujo que me hice cuando había ingresado a la escuela de medicina. Siempre supe que eso me iba a cortar a la mitad. Siempre intenté obligarme a quererme y ser quien yo quería ser; el puto éxito de mi vida. 

domingo, 8 de mayo de 2016

Este amor va a ser tu caída.

                Me gusta que los cristales se rompan dejando caer, pedazo a pedazo, partes de mi felicidad. En cada agónico final hay un comienzo, un descenso de temperatura que anuncia el invierno más gélido. Es en la penumbra del día gris donde encuentro la forma de pensar, de ver, de reír, de conocer; es en el frío donde mejor me desenvuelvo. El cristal hace las veces de límite, difuso e imaginado, pero dispuesto a significar más que su propio destino. El invierno es frío, como la copa de vino que dejé hace unos minutos encima de la mesa.
                De la misma forma en que te abracé y tomé todo tu dolor, es ahora como me revierto entre las lágrimas y las almohadas que tengo apiladas en mi cama. Sabíamos recorrer kilómetros de sábanas cuando nos queríamos y disfrutábamos el tiritar de nuestras espinas mientras hacíamos el amor. Una ridícula sombra de dolor ahora envuelve ese pensamiento y me permite guardarlo dentro de lo que antes era un lugar ordenado.

                Cuando me reventaste esa botella de vino en la cabeza, sentí cómo todo el mundo se caía y, de a poco, empezaba a tomar forma el peor momento de mi vida. La palabra ya no tenía sentido y había logrado desenvolver todas mis emociones para poder entenderlas. Tu dolor fue el mío y tu enfermedad, la mía. Cuando sentí que me lastimaba con cada pedazo de cristal, de aquella copa transparente y gigante en la que siempre bebíamos, me daba cuenta de los errores que había cometido. Vos estabas destinado a ser mi ejecutor y yo, una víctima dulce y llorona.  Es en el invierno donde mueren los árboles, y mi historia solía ser un bosque. Ahora me quedan las hojas mustias en el piso. 

domingo, 6 de marzo de 2016

Dos miligramos de clonazepam (III)

                La disipación de la duda de la existencia de los problemas es algo claro, tangible, que se puede tomar con las manos. Nada, en realidad, en lo que se refiere a la mente, puede ser concreto porque todo gira alrededor de un disco etéreo que se deforma con cada sesión de terapia y se modifica con cada dosis de anti-depresivos y anti-psicóticos (sin contar los estabilizadores del humor o los anti-retrovirales). Todo se transforma permanentemente.
                Las luces del día, y las que aparecen de noche, se desdibujan a cada segundo cuando intentás re-descubrir tus propias intenciones; “¿qué te llevó a estar así?”, “¿qué pasó que decidiste darte de baja y darle lugar a la depresión?”, “¿qué ocurrió en tu mente para que dejaras de preocuparte de vos mismo?”, “¿qué pasó después de algún episodio que terminó con la poca vida que tenías?” Esas son preguntas que me hago todo el tiempo, que creo que todos nos hacemos todo el tiempo.
                Cuando hablo de “todos”, me refiero al grupo de humanos que enfrenta sus días, que le da lugar a la angustia, a la ansiedad, al desasosiego, a la lucidez necesaria para descubrir el dolor. Somos un equipo desordenado, desorganizado, que solo quiere recuperar las luces y poder encaminarse de manera correcta en el fondo del autobús, para poder caminar después a la luz de la luna, sin tener miedo de que venga una mano oscura y nos capture como ya nos había pasado.
                La depresión no tiene palabras ni entidades. Simplemente es. No hay caricias ni dolores que sirvan, ni ungüentos o malestares tangibles, solo angustia y pesar, de esos que nunca acaban.

                Ya no tengo ganas de escribir.