- No tengo ganas de lo mismo, siempre.
- ¿De qué? - Sabías muy bien de que hablaba y aún así lo preguntabas. ¡Que desfachates!- Lo mismo.
- ¿Te pensás que soy pelotudo? - Tiempo después entendería la violencia en tus palabras, no podía saberlo.
- ¿Por qué lo decís? ¿Por qué esta reacción?
- Estoy cansado de ser la excusa, la salida de tus enrosques.
- ¿A qué viene esto?
- Justamente... - dejaste la mirada perdida en mí y por un momento no entendí por qué no reaccionaste instantáneamente; lo comprendí después - a esto. - Y silenciaste tu boca y me callaste.
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