domingo, 28 de febrero de 2016

Dos miligramos de clonazepam (II)

No es sencillo definir las emociones. No es nada nuevo ni nada del otro mundo. Simplemente intento mantener una línea mientras trato de sacarme del pecho la angustia que se cuela por los poros de mis brazos y envenena mi mente intentar retorcer las espinas de las flores que sostengo con el puño cerrado no sirve porque igual me lastiman y me dejan saber que el dolor siempre va a estar. No es nada nuevo.

Cuando camino, siempre que lo hago me da por imaginar lo mismo, pienso en qué sería de mí sin tanto dolor y tanta historia; sin verbos que recorrer y fotografías mentales de cuerpos centelleantes a través del espejo de mis emociones. No pretendo ser un gran escritor, pero fallé como amante y es por eso que me creo digno de darme la importancia que requiero.

Sin importar las rutas y las lluvias, solo intento recorrer el estrecho sendero que las sombras me dibujan en frente. Sus manos eran grandes y me abrazaban cuando yo no tenía nadie alrededor, cuando nadie me miraba, yo las mimaba y les daba de comer. Me costó la vida descubrir que el silencio es de plástico y que la nicotina te destruye las ideas y las ansiedades.

No quiero cerrar la idea; me niego. Quiero seguir sufriendo este des-sufrir. Necesito reconocerme frente a la luna porque ella me abandonó y ahora la noche está llena de luz artificial y psicotrópicos.

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