Soñé que nos
besábamos por última vez, antes de que te fueras a bailar a otro lado.
Tal vez fue el
beso que más disfruté, el que siempre me dio memorias.
Cuando te sentía
era cuando me veía vivo.
Solo vos, ¡maldita
sea!, ¡carajo!, sos el que me levantaba todas las mañanas.
No quise volver a
escuchar ese álbum que quedó marcado con tu nombre y apellido.
Nunca pretendí
volver a volar porque vos me domesticaste.
Sos el principio
de mi ruina y fuiste el primer eslabón en una cadena de violencias; un pantano
gris.
Necesité tu ego
para pretender el mío y las cosas salieron mal.
No hay drogas
suficientes en el mundo que me hagan olvidar de vos y de tu sexo, de tu espalda
y tu vientre, de tus tatuajes y tu aliento a cerveza.
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