sábado, 1 de septiembre de 2012

Un enrosque (2).

Una noche con vos igualaba un café muy cargado a la mañana siguiente. Siempre café, nunca te ni mate. ¡Y las risas! Tus ridiculeces matutinas y tus chistes mientras molías el café y me pedías que sacara las tazas.

Sentir tu olor en mi remera, porque tenías uno muy particular.Y un mensaje tuyo diciendo lo mismo de mí, de mi olor y de tu remera. Todavía sigo evitando relacionarme con gente que use tu perfume; me trae risas personales y confidentes, pero luego sigue el llanto y la ira.

Eramos una sola espalda, y un solo torso cuando dormíamos juntos. Y usar tu vientre como techo no me molestaba; que usaras mi espalda como tu piso, tampoco. Y las luces apagadas hacían que tu cara tuviera otros ángulos distintos a los que mostrabas a la luz. Una lástima haberme dado cuenta de tus dos caras mucho tiempo después.

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