¿Cómo
se sale de ese pozo? Tantas preguntas están en tu cabeza y vas corriendo,
porque es lo único que sabés hacer. Das la vuelta, estás siendo perseguido.
Porque ves que lo único cierto es lo que tenés adelante es que no te detenés a
ver.
La conciencia
está orientada a eso en vos. Corriendo y sin cansarse porque eso es de
cobardes. Escuchando nada más que lo que entendés por real. Y la conciencia ya
empieza a generar memoria y se vuelve todo peligroso.
Cuando estás
al borde: al piso, media vuelta y seguimos. La dirección es acelerada y la decisión
la tomaste sin estar apresurado porque el tiempo acá no tiene valor. Entendiste
que tu realidad te era inexacta y la cambiaste por una idea. Una idea perversa
de racionalidad inquieta y humor.
Esa
noche misma en la que contaste tus cartas y viste que ganabas porque las
probabilidades te acompañaban. Esa misma partida te costó estar ahora siguiendo
el rastro a una entidad que ya es tan pagana que ni dios la tiene en cuenta. Es
un ciervo, un lobo; un corazón sangrando, dentro del cajón que sostiene el
cazador que la madastra mandó para encontrarte. Sos la misma religión que odiás
y sólo te queda correr al costado de vos mismo. Porque los espejos existen, y
no te dejan nunca solo.
Un mundo
de cuento de hada contado por un experto narrador de horror. Sos vos y la
sombra de lo que creés que es un hada madrina.
Pero el
corazón se detuvo. Sus válvulas ya estaban cansadas de tanta mafia y tanto
vicio romántico. Al piso. Media vuelta. Seguimos.
De nuevo
el corazón en estadío terminal.
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