lunes, 26 de octubre de 2015

¡Maldita terapia!

¿En qué momento nuestra relación se había convertido en eso? ¿Cómo es que no nos habíamos dado cuenta de que nuestras pasiones nos destruirían? Todo pasaba de una forma muy rápida. En poco tiempo ya habíamos compartido muchas camas y mi corazón se aceleraba de manera estrepitosa cuando lo sentía cerca. Él había marcado mi vida con hierro hirviendo, dejando una mancha de sangre en sus pantalones el limpiar el pedazo de metal. La sangre quemada de tanto arder y esa sensación de lleno que sentía cuando él me tocaba. Todavía recuerdo sus dedos en mis mejillas. O sus historias. ¡Sus historias! Cada descanso era una espectacular muestra de ingenio. Nunca sobraban las palabras, porque él siempre supo ser útil. Sus labios se movían, contando chistes y anécdotas, y yo me perdía en ese movimiento lujurioso. Siempre encontré pasión y lujuria en lugares poco comunes. Muchas veces fantaseé con un par de amarras, que me mantuvieran quieta cuando sintiera su cuerpo sobre el mío. Esos mismos labios sobre mi espalda mientras yo rogaba por su pleitesía. Toda una catarata de emociones en un solo contenido erótico y una dulzura de sinfonía con cada labio que se movía. ¡Sus movimientos! Siempre recuerdo sus caderas moverse al ritmo de la música electrónica en alguna de las tantas jornadas nocturnas que compartimos. Sus manos engrasadas con los beats de los distintos DJs que me llevaban a lugares insospechados y peligrosos. Siempre era así con él. Sus susurros en cada canción, en la que, probablemente, me estuvieran dedicando la letra de cada temas. Era raro porque la música electrónica no tiene muchas letras, pero ¡tiene sentimiento! Sentimientos que surgían de mis adentros para poder encontrarse con él, siempre tan limpio y tan fino. ¡Cómo cuidaba su pelo! Se volvía loco si algún pelito estaba fuera de lugar. Él era así de vanidoso. Y esa misma vanidad era la que me había enamorado en un principio porque él era organizado y yo era un desastre. Él me daba cuidados especiales, con sus manos tan suaves. Nunca supe si era una princesa escondida en el cuerpo de un varón adulto o si era una bruja malvada, mezcla de lobo y serpiente, preparada a devorarme en cualquier momento. Así era él: un mitín de sentidos y sentimientos contrapuestos en mi cabeza. Y en mi corazón. Nunca supe si era la sombra o si era la luz. ¡Maldita terapia!

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