¿En qué
momento nuestra relación se había convertido en eso? ¿Cómo es que no nos
habíamos dado cuenta de que nuestras pasiones nos destruirían? Todo pasaba de
una forma muy rápida. En poco tiempo ya habíamos compartido muchas camas y mi
corazón se aceleraba de manera estrepitosa cuando lo sentía cerca. Él había
marcado mi vida con hierro hirviendo, dejando una mancha de sangre en sus
pantalones el limpiar el pedazo de metal. La sangre quemada de tanto arder y
esa sensación de lleno que sentía cuando él me tocaba. Todavía recuerdo sus
dedos en mis mejillas. O sus historias. ¡Sus historias! Cada descanso era una
espectacular muestra de ingenio. Nunca sobraban las palabras, porque él siempre
supo ser útil. Sus labios se movían, contando chistes y anécdotas, y yo me
perdía en ese movimiento lujurioso. Siempre encontré pasión y lujuria en
lugares poco comunes. Muchas veces fantaseé con un par de amarras, que me
mantuvieran quieta cuando sintiera su cuerpo sobre el mío. Esos mismos labios
sobre mi espalda mientras yo rogaba por su pleitesía. Toda una catarata de
emociones en un solo contenido erótico y una dulzura de sinfonía con cada labio
que se movía. ¡Sus movimientos! Siempre recuerdo sus caderas moverse al ritmo
de la música electrónica en alguna de las tantas jornadas nocturnas que
compartimos. Sus manos engrasadas con los beats de los distintos DJs que me
llevaban a lugares insospechados y peligrosos. Siempre era así con él. Sus susurros
en cada canción, en la que, probablemente, me estuvieran dedicando la letra de
cada temas. Era raro porque la música electrónica no tiene muchas letras, pero
¡tiene sentimiento! Sentimientos que surgían de mis adentros para poder
encontrarse con él, siempre tan limpio y tan fino. ¡Cómo cuidaba su pelo! Se
volvía loco si algún pelito estaba fuera de lugar. Él era así de vanidoso. Y esa
misma vanidad era la que me había enamorado en un principio porque él era
organizado y yo era un desastre. Él me daba cuidados especiales, con sus manos
tan suaves. Nunca supe si era una princesa escondida en el cuerpo de un varón
adulto o si era una bruja malvada, mezcla de lobo y serpiente, preparada a devorarme
en cualquier momento. Así era él: un mitín de sentidos y sentimientos
contrapuestos en mi cabeza. Y en mi corazón. Nunca supe si era la sombra o si
era la luz. ¡Maldita terapia!
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