Tal vez ha sido un año muy
complicado. A lo mejor no sé entender mis emociones todavía. Creo que es
necesario hacer un recuento de lo que he logrado. Estaba pensando en anotar “levantarme
temprano”, pero el sueño se está haciendo cada vez más presente. No quiero
pensar en que estamos volviendo a la misma rutina de hace un año. 12 meses de
crecimiento, pero idas y vueltas en el medio.
Ahora en casa tenemos un perro,
lo adoptamos hace tres meses. Es cachorra y a veces no entiende que no tiene
que hacer ciertas cosas. Eso me hace reflexionar. Entender cómo es que volvemos
a hacer una y otra vez las mismas cosas, sabiendo que indefectiblemente vamos a
tener el mismo resultado.
“¡Probá con cosas nuevas!”, me
dicen algunos amigos. Ellos no entienden que la pereza emocional es producto
del cambio. Hasta estar quieto es un cambio. ¿Hasta cuándo vamos a soportar los
agravios de la sensatez? Basta. ¡Basta! No podemos seguir con esta dinámica. No
quiero revivir las mismas sombras, mucho menos escribir de nuevo lo mismo.
Hacemos recuentos, votos
confesionales y de castidad, para entender en qué nos equivocamos. Volver al
primer amor, embeberse de sabiduría prestada, y caminar en la sombra por miedo
a las quemaduras solares. “Mañana me levantó temprano”, pienso, para siempre
terminar dando vueltas en la cama a las 12:45 del mediodía.
Tal vez mi cuerpo se esté
guardando para los días de insomnio que van a venir. “Porque sos un manija, por
eso te pasa”, me dicen mis neuronas. ¡Cuánta razón que tienen! Tendría que
escribir una lista de esas cosas y llevarlas a la próxima sesión con mi
psicóloga. Tal vez ella me ayude, porque es compañera y sabe qué sentir.
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