miércoles, 11 de julio de 2012

Una manía.

Estaba jugando a la ruleta rusa. Una pistola llena de tulipanes, o rosas (la flor que mejor te caiga). Mientras me divertía, mi moral se partía en dos; en tres, en cuatro, en cinco, en seis. Y seguía tirando las riendas, y el caballo se quedaba quieto. Si se movía lo hacía sólo para echar una patada y tirarme de nuevo al vacío y dejarme colgado de una mano. Yo quería más.

Pero era una ruleta rusa sin diversión, sólo emoción. ¿Emoción? Sí, emoción sin sentido. Una mueca de lo que podía ser mi felicidad, porque no era nada más que una mentira. Una mentira linda y divertida, peligrosa. Una rosa, otra rosa, y vamos andando.

Una ruleta rusa en la que yo sólo podía perder. Ahora no tengo caballo, ni arma, ni rosas, ni un barranco para mirar y darme cuenta lo cerca que estuve del abismo. Soy un idiota con sentimientos, que tiene miedo de no tener miedo.

Sigamos jugando, que voy a salir perdiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario