viernes, 20 de septiembre de 2013

¿Las berenjenas se pueden comer calientes?

La piba de pelo rubio pensaba que tenían que fijarse primero. Ni bien pudo salió corriendo y casi tirándose sobre Ugo le dio una caricia inspectora en el cuello.

-¿Y ahora? -su voz era calma, tibia y repetitiva con cada gesto que pronunciaba en su cara. Se levantó del piso y arremangándose el vestido ceñido de tela suspiró algo bastante emotivo - Fijate cómo lo arreglás.

Juan no decía nada porque estaba en la silla temblando casi de miedo. Siempre fue el más débil, pero tenía una buena imagen del dolor y eso transmitía experiencia. Sabio, como se sabía. Pero ni el temor o las ganas de fumar vieron cómo Julia le dio a Ramiro su tarea.

Era un escena, a lo mejor, un poco trillada. Un poco de Hollywood, cine nacional de autor y un recuerdo grabado en la cabeza de uno de ellos. Siempre, siempre, con cierto retoque personal. ¡Con todo el retoque personal que exista!

Siete sillas. Una en el piso y siete platos se estaban enfriando. La historia va a ser la misma de siempre. Una mezcla de suspenso y ese aroma a familia que no te puede dejar tranquilo. Pero el componente primo en esta escena, que recorre el resto de los hechos que aún nadie revela, es la tranquilidad.

La tranquilidad es un estado caótico de emociones que de alguna forma se cancelan entre sí, sólo por ese momento. Después vienen las culpas, el llanto, la desesperación y si todo sale bien, los pasos que se consideran adecuados para ese duelo. El tiempo es algo bastante relativo, así que creo que nadie le está prestando atención. No sólo el que escribe, si no la misma letra lo define.

Pero la descripción le ganó, como tantas veces lo había hecho antes, el objeto al relato y es algo un tanto redundante. Como ahora. Esto mismo, es sólo la consecuencia de un lado peleando con el otro.

Siguiendo esa lógica exageradamente prolongada e intrincada, sabemos que Juan no estaba tan emotivo esa noche. Sólo la tranquilidad.

Fue el único que se logró darse cuenta de que estaban tocando el timbre de la casa. Juan sólo pensó para sí mismo "¿cómo?". Logró incorporarse, como suele hacer en situaciones de emergencia, y atendió.



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