viernes, 17 de junio de 2016

Tatuaje (I)

                “Si me pongo la camisa hasta acá arriba, se va a ver parte del tatuaje”, pienso mientras me preparo para salir a tu casa. Llevo en las venas el miedo de la confrontación y el producto de las reacciones químicas, acelerada por los psicotrópicos.
                En el camino veo lo que siempre necesitaba cuando era adolescente: libertad, emoción, distracción de la realidad acuciante, las sonrisas de las hormonas. Lo tuve, no sé por qué lo anhelo tanto. Si hubiera sido más inteligente, tal vez no tendría las angustias que tengo ahora y sería mucho más memorioso con las alegrías. La gracia nunca fue mi fuerte, y no sé cómo hacer un chiste.
                Si cruzo mis manos, una encima de la otra, voy a sentir tu piel porque siempre va a ser mía y nunca la voy a negar. El destino me había prometido una sinceramiento emocional, y solo me quede con un corazón devaluado y una sospechosa pulsión sexual que siempre me enloquece de tristeza. La voz tiene el timbre de tus ojos. Siempre supe ser el que más quería, y así me fue. Nunca tuve la gracia de ser enemigo, pero soy el villano perfecto. Si cruzo mis manos, una encima de la otra, mañana no voy a poder dormir.
                “Si hubiera un accidente en este puente, el trole no podría pasar; como me pasó cuando iba a trabajar hace unos dos años”, pienso mientras escucho música en el micro. La tecnología me sirvió para muchas cosas, pero poder escuchar música en cualquier lugar me parece el verdadero sueño de mi vida. Siempre que cruzo a Capital me acuerdo de vos y de tus risas; de tu voz afónica y de mis cuerdas vocales gritando un dolor placentero.
                Tuve la desgracia de tatuarme algo muy importante, en un momento importante, con la persona equivocada al lado. Vos sos un recuerdo grabado en la piel, en la tinta de ese dibujo que me lastimé en la piel. Tal vez todo es una metáfora y vos significás algo en ese desastre psíquico y físico, que se traduce en cada uno de los tatuajes que tengo.

                “Lo que me nutre, me destruye”, tatuado en un dibujo que me hice cuando había ingresado a la escuela de medicina. Siempre supe que eso me iba a cortar a la mitad. Siempre intenté obligarme a quererme y ser quien yo quería ser; el puto éxito de mi vida. 

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