sábado, 3 de julio de 2010

No hay ninguna canción para definir. No tengo imaginación a estas horas y el café ya se enfrió.

Lo único en que puedo pensar es en mí y en lo que dejo de hacer.

El miedo, ese caballero cobarde envuelto en ideas que no funcionan. Esa melancolía de entender y suspirar por un futuro que no va a ser a menos que empiece a jugar esta ronda particular. Ni preguntas ni respuestas, táctica de la más pura. Sin planes, sólo conmigo y con estas ganas.

No entender cómo funciona esto es lo que más curiosidad produce. Y mi cabeza no deja de enroscarse por esto. Es saber vender lo que quiero que compren, y eso. Simplemente comandar este ejército de demencia. Dejar que me enamore del amor y salir a batallar.

Ya no va más este chico simpático y generoso, no más. No al menos esto solo, hay que agregar, hay que sumar. Y desde ahora digo que no, que me cansé de tener esta postura errática y equivocada de seguir pensando que en el amor siempre el jugador más hábil es el que enlaza y el otro se queda expectante. A jugar este juego que quiero proponer.

¿Y si no gano? No tengo que tener desesperanza a estas alturas. No, la cobardía ya se quedó metida adentro de algún cajón, junto a mis ideas anteriores y a mis compromisos con la “no curiosidad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario