domingo, 26 de julio de 2015

Receta para sufrir.

Pará. Pensá. Respirá. Volvé a pensar. Pará. Frená. Detenete. Respirá otra vez. Seguí respirando.

I) El corazón bombea más veces de las que nos damos cuenta. La sangre empieza el camino y es truculento. Si vuelve al inicio es que algo no salió bien. Siempre me costó entender cómo funcionaba el sistema circulatorio. Sé que el corazón es una bomba y que a veces se detiene. Nunca entendí bien cómo tomar en cuenta las razones por las que nos quedamos sin sangre. Tal vez la tristeza tiene algo que ver.

II) Sé muy bien las consecuencias que tiene fumar. Entiendo a la perfección el daño que la nicotina y el dióxido de carbono le hacen a las arterias. El insomnio es parecido porque lastima el canal por el que rozamos con cada sentimiento. ¿No es lo mismo acaso ese sentimiento de podredumbre emocional? A lo mejor. No tengo una respuesta en este momento. Solo sé que, si no respiro, me quedo desnudo frente a mis miedos y eso está mal.

III) No visito lo suficiente a mi abuela. Tiene que ver con el miedo irracional que le tengo a la vejez; el temor que siento a vivir solo encerrado en una casa con cinco gatos y muchos ceniceros repletos de colillas de cigarrillo. Mi abuela a lo mejor me extraña, pero de seguro el alzheimer se encarga de mitigar el dolor del abandono.

IV) Siempre es bueno tener una lista de reproducción de canciones tristes para llorar con un sentimiento de película de cine independiente.

sábado, 18 de julio de 2015

Un lapso de tiempo

6 años. Un poco más de la mitad de una década, un tiempo donde nada ha cambiado.

6 años. La mitad del tiempo que tardé en darme cuenta de que no era como los demás.

6 años. Un tiempo donde todavía me siguen doliendo las incongruencias del amor.

6 años. 72 meses de torturas inimaginables.

6 años. Una angustia infantil me devora aún hoy.

6 años. Todavía sigo asistiendo al funeral de mi amor propio.

Otoño eterno.

Me atrasé en las estaciones y ahora el invierno lo vivo como el otoño. Siento que el frío helado que tengo que soportar en las manos se hace más pertinente cuando lo imagino como el viento zonda que suele aparecer después de las heladas en las montañas. Ahora siento que todo tiene sentido.

Devolví las canciones que me habían prestado y me encuentro curtido, sabio, entendido, calmado, y sincero. Entender que las cosas no siempre son nuestras a veces le da a la situación un estilo de cuento hollywoodense. Prefiero ver la realidad de esa forma porque me siento más interesante.

Pensé que todo lo que estaba viviendo iba a terminar y ahora me encuentro en un nuevo comienzo. Después de devorar las impericias del destino, lleno de caprichos y remolinos, veo con claridad la ternura de los besos y la fragilidad de las miradas.

Pensar en el futuro se siente de manera concreta en mi pecho palpitante. Pienso, tal vez, que podemos correr en contra de todo lo establecido y triunfar, como triunfaban los señores, los caballeros de los cuentos, cuando se enfrentaban a las bestias. No tenemos ninguna hechicera malvada esperando que cometamos un error, pero podemos sentir el suspiro eterno de la malicia recorrar nuestros cuerpos cada vez que intentamos estar juntos.

A lo mejor nuestro destino esté hecho de cera, para que pueda desaparecer ante el primer calor, pero que se reconstruya con el mismo molde; una renacer constante de nuestra idiotez. Ahora somos dos y mi soledad se quedó abandonada en el fondo de alguna botella de vino agrio. Ya no quedan más noches inconclusas, llenas de mentira y de volatilidad emocional. Entiendo el sufrimiento que tuve que pasar para poder apreciar la dulce espera de alguna mano amiga, de tu aliento a cereza, de tu corazón galopante y permanente.

Caminemos juntos este camino disperso. Hagamos buenas migas con las señoras del campo, esas que nos dan de beber cuando estamos cansados. Ellas, tal vez, no entiendan este amor, pero estoy seguro de que las vamos a convencer.

Tratemos de ser cautos a la hora de comer del plato de otro porque nunca podremos confiar en la seguridad. Mientras estemos juntos no hay nada que nos vaya a poder derrotar porque somos conscientes y tenemos poder de decisión. Somos dos contra todo, contra nuestros fantasmas, contra los demonios itinerantes de nuestras madres, contra la desidia de la mentira hecha verdad, contra la demagogia de los cuerpos efímeros, contra la luz que intenta hacer a un lado la oscuridad necesaria.

Seamos dos con un mismo ideal. Caminemos juntos este camino empinado hasta que nos cansemos y un beso nos levante de nuevo. Ideemos un viaje eterno hasta que mi corazón le pida al tuyo una caricia y el tuyo se sienta fuerte.

Inventemos una historia como las que leía de pequeño, donde los príncipes no siempre encontraban a las princesas, pero entendían que podían disfrutar del beso de otro caballero.


viernes, 17 de julio de 2015

El final.

Pasó tanto tiempo que a veces no logro entender cómo es que disfruto de la felicidad. Tantas heridas en el proceso, máquinas desgastadas por el paso del tiempo, sentimientos encontrados, una botella de vino descorchada y sin usar, un montón de caricias que nunca tuvieron dueño, y la necesidad de ser querido. La desdicha de la ilusión a veces se siente presente, superpoderosa, vacante, y persistente.

Me costó entender que tus manos no me van a lastimar, ni van a querer guiarme hacia la eterna indecisión de saberme poco querible. Ahora entiendo la luz que sale de tus ojos cada vez que me decís algo lindo. Puedo moverme libre, sintiendo cada premisa cumplirse cada vez que doy un paso. Ahora es cuando entiendo que estamos hechos para caminar de a dos, que los humanos nacemos incompletos, y que la mentira siempre se acaba para darle lugar a lo más bonito que tiene el ser humano, que es la verdad.

No tengo a quién agradecerle todo esto, porque soy mío y de nadie más, y porque dios no existe, es una mentira del imperio de la desdicha.

Ahora miro tus ojos y veo felicidad por todas partes.

¿Cuánto durará este cuento de hadas? ¿Cuándo vendrá la bruja mala, la madrasta despechada, la hechicera perversa?

martes, 14 de julio de 2015

Desde la cama, desde el infierno.

La triste realidad de mi cuerpo. La desilusión de mi ilusión de soledad. La increíble tibieza con la que encuentro tus labios. La dura emoción de la carne fría contra el pavimento. La sutileza con la que tus palabras me acarician la piel. El encuentro rutilante de mis miedos cada mañana. La sonrisa que esbozás cuando me ves. El intento de vivir pegado a la realidad cuando quiero soñar. La imaginación de tenerte en mis ojos. La sinceridad de un pedazo de papel que anuncia mi muerte. El dulce desafío que es confiar en otro cuerpo. El sentimiento de ironía cuando me siento solo. La dulce espera del domingo a la tarde. La melancolía de mis dudas encerradas en un disco de platino de música pop. La colilla del cigarrillo que fumo mientras te espero. El sencillo aro de luz que veo cuando te pienso. La increíble espera de lo impensado. Tus labios y mis miedos. Mis miedos y mis labios; los tuyos y los míos. Tus miedos y mis labios. El color rojizo de la demagogia emocional. Mi simpatía camuflada. Tu llanto de alegría. Mis lágrimas de tristeza. Tu abrazo necesario. Mi corazón destrozado. Mi corazón sanado. Mi cuerpo enfermo y tus manos calientes. Mi vida y un nuevo principio. Vos y tu eterno resplandor. Nosotros y el mundo. Nosotros contra el mundo. Tu mano sobre la mía. Tu espalda debajo de mis brazos. Tu sonrisa y tus dientes. Tu escudo y mi espada. Los sueños y vos. Mi miedo al fracaso y tu canto a la vida.

No hay vueltas ni explicaciones; te quiero.