viernes, 17 de julio de 2015

El final.

Pasó tanto tiempo que a veces no logro entender cómo es que disfruto de la felicidad. Tantas heridas en el proceso, máquinas desgastadas por el paso del tiempo, sentimientos encontrados, una botella de vino descorchada y sin usar, un montón de caricias que nunca tuvieron dueño, y la necesidad de ser querido. La desdicha de la ilusión a veces se siente presente, superpoderosa, vacante, y persistente.

Me costó entender que tus manos no me van a lastimar, ni van a querer guiarme hacia la eterna indecisión de saberme poco querible. Ahora entiendo la luz que sale de tus ojos cada vez que me decís algo lindo. Puedo moverme libre, sintiendo cada premisa cumplirse cada vez que doy un paso. Ahora es cuando entiendo que estamos hechos para caminar de a dos, que los humanos nacemos incompletos, y que la mentira siempre se acaba para darle lugar a lo más bonito que tiene el ser humano, que es la verdad.

No tengo a quién agradecerle todo esto, porque soy mío y de nadie más, y porque dios no existe, es una mentira del imperio de la desdicha.

Ahora miro tus ojos y veo felicidad por todas partes.

¿Cuánto durará este cuento de hadas? ¿Cuándo vendrá la bruja mala, la madrasta despechada, la hechicera perversa?

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