martes, 6 de abril de 2010

FUCKIN' HANGOVER. LOVE, DON'T MESS AROUND WITH ME. [2]

[…] Y así me quedé un rato largo mirándote desde una esquina, mientras mis amigos hablaban de alguna estupidez del momento; mis ojos y vos, uno solo, tus ojos también ardían, me espiaban mientras yo pretendía no decir que los veía. Ni tomar podía, no quería que el vidrio claro del vaso me tapara la vista.

4.45am, miro el reloj. “¿Por qué la gente no se va a su casa?” ¡Vamos! “Tasa, tasa…”, ni modo, quedaba más tiempo de espera. Me liberé de la atadura que me habías prestado por un rato y me dije a mi mismo que no iba a tener que estar mirándote. “Disfrutar de la música y bailar con mis amigos”. Se van y me quedo; se van y algo te digo.

Así pasó. 5.34am – y debo decir que lo sé con precisión porque me preguntaste la hora justo en ese momento – se fue el último de los peones del ajedrez y me quedé ahí, siendo alfil, caballo, reina y rey.

¡Sorprendente! La música no se acabó, me preguntaste si quería seguir escuchando y dije que sí. ¡Ridículo! ¿Cómo yo no le iba a dejar a mis sentidos ser testigos de esa escena tan perfecta? Habías cambiado tu mirada, estabas feliz, extasiado pero cansado, débil y aún seguías tomando vino de la botella; podrías haber estado tomando té de achicoria y aún así ibas a seguir siendo lo que más quería en ese momento. Anyway, wine’s sexier.

¿Cómo fue que me quedé? ¿Con qué excusa? Si nunca fui más que el cordero de algún rebaño que se extravió y ni siquiera si Jesús hubiera sido el pastor podría haberme traído de vuelta; me quedé, esa noche este borrego callado y tierno se había transformado en un lobo. Lo peor fue tener que inventar alguna excusa creíble porque yo, el “taxi” conocido y gratuito tenía pasajeros esa noche; fácil solución: decir que estás borracho, que no querés tocar el volante del auto y encargarte de meter a todos tus amigos en otros medios y listo. Sencilla tarea, lo complicado se me venía encima y yo – tan imbécil la mayoría del tiempo, casi al límite de la violencia – todavía tenía que inventar más excusas creíbles para vos.

Entre vasos en el piso, manchas de vino y fernet en todas las paredes, comida, y todo tipo de ocurrencias materiales posibles en el after party nos descubrimos varias veces, entre chistes y caricias que nunca quisieron ser reconocidas como tales. Nunca lavaste nada, ni siquiera yo me permití darte esa idea; es al día de hoy que lo recuerdo, una habitación era el infierno de cualquier ama de casa y a dos pasos estaba el paraíso.

Tu borrachera y la mía seguían potenciándose, ni que estuviéramos en una competencia de alcohólica cronicidad. Soltaste la botella que tenías en el lavamanos de la cocina y abriste otra, esa que estaba guardada hace tiempo detrás de las otras. La abriste, vi tu fuerza, tu sencillez y tu honestidad; todo con sólo mirarte 10 segundos mientras abrías una botella de tinto. ¿Tal nivel de ridiculez puede llegar a tocar la mente humana cuando uno está en una situación tan demente? Tenerte cerca y todavía no conocer tus labios de cerca me quitaba el aliento y me propuse no salir de esa habitación sin tocarte. “Houston, tenemos un problema. El imbécil ha dejado la habitación y no hubo contacto. Repito: no hubo contacto”

Te sentaste al lado de la PC y me invitaste sacando otra silla enfrentándola a la tuya. Tan idiota no soy, me senté, te miré fijo y me acomodé. Serviste dos copas y brindaste conmigo, éramos amigos y todavía quedaba más por saber. Mi dignidad ya no existía, el alcohol esta vez era serio, seguía hablando con vos y no podía sacar mis ojos del primer botón de tu camisa que me dejaba verte un poco más de cerca.

GaGa empezó a sonar y no era música de reventón. “I colored you a valentine, struggled just to stay inside the lines, I lose my mind.” Hablamos de varias boludeces, banalidades mientras yo imaginaba el cielo, la música y a vos. Movías las manos y sonreías – y yo sintiendo tu sonrisa en la mía, sacando mis mentiras y las tuyas en el mejor de los exorcismos, juntos, llegando a lo más alto de la bondad humana – contabas algo gracioso, hoy no lo recuerdo. “I wrote a song about your eyes, ate a slice of cherry pie. I cried all night on the bench inside the park. I'll kiss you slowly in the dark, I'll never stop” Yo me reía, estaba tentado, de risa y de amor, lujuria y todo lo que nos convierte en animales – vos me mirabas, sentías mis manos muy cerca de las tuyas y me observabas con una profundidad y una admiración más real que la que cualquier otra persona ha sentido; lo confesaste meses después.

Me pediste más vino y me di vuelta para buscar la botella, ya no tenía idea qué sentir ni qué hacer. Cuando te tuve en frente, yo inocente que pensaba buscar tu copa con los ojos para servir más malbec, no estabas igual. Tus ojso eran diferentes, una mirada que siempre esperé de alguien como vos; caballero de acero que se rescataba a si mismo de las garras del dragón del cuento infantil. Cercanía, inocencia, maldad, ternura, perfección, dulzura y brutalidad. Cercanía, sinceridad, dulzura y brutalidad. Cercanía, cercanía, dulzura y brutalidad. “I really can't believe I lost myself again.” Cercanía y dulzura. Me besaste y no me resistí. […]

1 comentario:

  1. una habitación era el infierno de cualquier ama de casa y a dos pasos estaba el paraíso.
    amé.

    ResponderEliminar