- El tema es así: vos vas – mientras miraba el cuello de aquel que hablaba, no me preguntés qué tenía – derecho y lo vas a encontrar.
- ¿Estás seguro? Mirá que me pierdo, no me sé guiar muy bien en estos temas. A lo mejor me tenés que volver a explicar y bueno… - me quedé helado.
- ¿Qué? – mientras me usurpaba la mirada penetrando lentamente mis sentidos con su perfume - ¿Qué te pasa? No me vas a decir nada, ¿no? Siempre igual
- ¿Siempre igual? Siempre igual. Ya entendía cómo funcionaba la cosa – El tema es que tenés que entenderme, no me guío y punto. – sus ojos me miraban, lo juro.
- ¿Tanto te aprecias? – y movía la cabeza, movía la cabeza - ¿Tan seguro estás de que sabés cómo llegar siempre y cuando tengas compañía? – y movía la cabeza, la movía – Vos sos un boludo.
- Sí, ya sé. Siempre pensé lo mismo, pero es así la cuestión.
- Cero actitud, hermano. Así no llegás muy lejos.
- Claro, si yo quiero llegar lejos; me quiero quedar con vos. – No, ya sé que no. ¿Nunca pensaste que a lo mejor no me quiero mover? – y movía la cabeza y se acercaba.
- Se acercó, no midió respuesta mínima en mis actitudes y se acercó; se liberó, me liberó. – Podés dejar de mirar mi cuello.
- Ya sé que puedo, no quiero. Ese es el tema.
- ¿Entonces?
- Ahí está el tema, ¿entonces? ¿Me acompañás o no? – se acercó más, rozando la libertad explicada anteriormente en ningún lado. Se acercó, se acercó y listo. Volvió a su lugar. – Vas a tener que ir solo.
- … - el silencio es muy fuerte a veces, es empírica mi afirmación.
- A menos que… - cambió la mirada, mostró una sonrisa cuasi perfecta y me dejó atónito.
- ¿A menos que...? – no entendía nada, limitó completamente mis ilusiones y me quedé en stand by. Lo juro.
- Vos seguime.- y su sonrisa perfecta.
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