Un amor de siesta que ni el mismo Casona podría haber descrito mejor. Un sentimiento confuso, simpático y lujurioso que no quiere salir de mis venas, se queda en mis muñecas y espera que sientas el sabor del perfume que llevo impregnado.
Soy lo que siempre quise y es felicidad envuelta en terciopelo. Sos lo que siempre quise y aún así todavía la distancia se acorta mientras la amistad surge cuando no existe en mí. Te vi, me gustaste, no te enamoré y tengo sueños en los que soy todo tuyo. Así es esto de la cosa nueva, del amor encarcelado con porcelana china, así es.
Cantame las mañanas y despertame con un café cargado, brindemos con el estimulante preferido del que trabaja; brindemos por una noche de libertad de las más condicionada. Brindemos juntos, mientras te tengo al lado y alguna que otra mentira blanca se escape de tus dientes mientras te bese y me ría. Sí, me ría.
Cantemos los dos cuando no estemos juntos y que el agua de la lluvia lave nuestros labios con su efímera humedad, llevemos este cuento más lejos y que se convierta en descenso de perturbados que dicen que amar es de locos, de pervertidos y de degenerados. Brindemos con ellos, destapemos una fábrica de licores y prendamos fuego las calles: hoy los amantes están de fiesta, y el pueblo entero tiene que festejar con ellos. Con cada beso se hacen más fuertes y ya se sienten dueños del mundo.
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