martes, 15 de junio de 2010

CHARLAS Y CONFESIÓN[3]

Confusión, deseo, desesperanza. No, no quiero sonar en default con mis propias ansias y aspiraciones pero es la realidad. Mi minuto, hoy.

El tiempo que no es cuando pasa al lado mío y me grita al oído que las cosas no están bien. No hay dolor, hay angustia y no hay felicidad, existe una sonrisa y un monólogo rutilante perfecto para enamorar a las masas. ¿Y qué conmigo? Nada, absolutamente nada porque sigo siendo el mismo. El chico perfecto que está siempre, atiende todos los llamados, saca fuerzas de donde no tiene y presta el hombro para el llanto de cualquiera.

Tal vez ese sea el problema: genero confianza, genero fortaleza en los demás. Es como… ni eso sale, ni una descripción disponible de lo que tengo ahora adentro. Soy el espejo que dice lo que sos, lo que querés y lo que necesitás; te ayudo, te entiendo, te agradezco, te surto de ideas para un debate entre tus sentimientos lógicos y una lobotomía frontal. Soy el perfecto pelotudo que calza en los zapatos del amigo, del que siempre está.

Hasta en mis peores momentos de debilidad me olvido de la herida que sangra, se infecta y se esparce como cáncer por mi piel y mis sentidos. Todo por el otro, por el que ahora necesita de mí. Y guardo los frascos, guardo las gazas, la jeringa y las pastillas. Me envuelvo en papel celofán, me pongo mi mejor camisa, seco las lágrimas de la angustia bondadosa y salgo perfecto. Discreto, la ilusión de entendimiento para los demás. Soy la víbora que nunca ofreció las manzanas y aún así se quedó sin piernas, todo en pos de la expulsión del hombre del Edén. Ofidio imbécil.

¿Qué sos? ¿El bufón enviado para aplacar toda la infidelidad del mundo hacia la bondad? ¿Sos, acaso el murmullo de lo que nadie quiere entender? Simplemente no. No sabés si sos puro o masoquista; no tuviste y no tendrás nunca bien delimitado el contorno de una cosa y la otra. De nuevo: ofidio imbécil, bufón y sin sentido del humor. Te perdés en el humo de la convicción idiota, te gusta lo que sos y querés seguir en lo mismo. Te nutrís de lo que te mata y de a poco, de a poco poquito te vas a ir consumiendo en el humo de tu propia naturaleza.

Y todo para qué, para hacer uso de mi disfraz y que me leas, me digás que no tengo razón y salga de nuevo este caballero de armazón de aluminio; no se irrita, no grita, no se oxida y dura para toda la eternidad.

¿Y qué hay ahora? Me voy a la nada, solo, conmigo mismo, me fumaré un par de puchos, tomaré un poco de vino y dejaré que las estrellas y las nubes que amanazan con llover me len la mente y me respondan la duda existencial que se percata de mi idiotez.

1 comentario:

  1. Excelente. Creo que todos nos sentimos así a veces, lo que es una ironía. En un mundo perfecto eso no pasaría, pero en el que vivimos, creo que a veces hace falta ser un poco egoísta. Por el bien de la salud mental de uno mismo.

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