Mi cabeza, a veces, parece un juego de estrategia; un mapa sobre una mesa con barcos y caballerías de madera, esparcidas sobre cimientos importantes de alguna ciudad o pueblo al que hay que derrotar. Yo podría estar vestido como un rey en la época medieval y hacer de cuenta que todo saldrá bien, que ganaremos, porque tenemos a los mejores caballeros y a los mejores arqueros. No es el caso. Soy un hombre común, con aspiraciones mundanas y con sueños realizables.
En ese juego mediocre de querer ganas batallas imaginarias, porque solo existen en mi mente y en ningún otro lugar, aparecen monstruos que toman formas reales y delimitadas. No son círculos de confianza, ni anillos de poder mágico, mucho menos de hadas o de algún ser mítico que tenga habilidades sobrehumanas. Soy solo yo enfrentando mis miedos, que decidieron hacerse concretos.
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