jueves, 6 de agosto de 2015

I) El monstruo del sexo.

Cuando queremos a alguien, aparece de forma inmediata un impulso sexual que nos envuelve. Esa manía que tenemos los adultos de querer racionalizar todas nuestras emociones se hace insostenible cuando no logramos confrontar realmente contra un conjunto de hormonas que se vienen preparando para la guerra des que la pubertad golpeó las puertas.

Hay violencia, y mucha, más aún cuando tu sexualidad no es vainilla y elegís golpear un pecho a acariciar una mejilla. Se presentan las cartas del juego de la vida, de la reproducción, del placer, de la agonía del éxtasis producida por una mordida en el lugar preciso, de la mano que recorre la espalda, de las piernas entrecruzadas, de la penetración emocional, y de la lujuria desfachatada.

Hay amor porque así lo entendemos. Una pulsión de muerte y otra de vida. Las dos caminan de la mano, siempre evitando enlazarse en una rabieta convulsiva. "Necesitamos equilibrar", me dicen mis voces internas. "Pero alguna debe ganar", me dice el pasado que tanto me agobia.

Las voces de las historias ya contadas aparecen desde el cielo, bajando como ángeles de destrucción, armas de complementos plásticos y lúgubres ilusiones. Las cosas se reordenan y el juego vuelve a empezar. "Cuando entiendas el amor, vas a querer evitar el dolor, y vas a entender que tu vida tiene sentido", me susurran esos ángeles malditos. Malditos porque son blancos, porque no entienden den dolor, porque eligen hacerse los desentendidos, porque prefieren comer de la dulce agonía de los amantes antes de embriagarse con el placer diminuto de una caricia.

"Nos obligan a dejarnos llevar", me gritan mis voces internas. "El miedo no te tiene que paralizar", me incitan las otras, las voces de los fantasmas del ayer, cubiertos de lodo y agua sucia, con olor nauseabundo y colores horrendos; mala decoración de mi mente.

Nunca tenemos que tener miedo, o eso nos quieren vender. La realidad pasa por otro lado y se engloba en otra teoría, de la que ahora no quiero hablar, "La teoría de la salvación emocional" o, como también se la conoce, "La teoría de la emoción salvadora"; mismo nombres, quizás, distintos puntos de vista, si hablamos con diferentes personas.

Hoy me decido a pelear contra el monstruo de la intimidad, el del sexo, el de la unión. Solo me falta una espada, pero tengo la compañía que necesito, el caballero, en su corcel blanco y alado, listo para luchar conmigo y terminar con la dictadura emocional a la que estoy sometido.

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